Murió un día como este en el 2001, hace 21 años exactos. Tenía 92 años. Juan Bosch: maestro consagrado, pedagogo popular, sembrador de la democracia… Fue todo ello, y mucho más.
Su vida fue un ministerio social consagrado al servicio y la libertad de su pueblo. Muchas virtudes brillaron en él: dignidad, coraje, talento literario, temple político. Los defectos fueron manchas y desvaríos, graves unas veces, otras no tantas.
Este hombre singular tuvo una personalidad compleja y ardiente: era un espíritu inflamable, cuya temperatura se disparaba y lo encerraba en su terquedad. Así, encerrado en su armadura moral, rabiaba de ira, hacía berrinches célebres,
despachaba con soltura sus piques. Se montaba en su altar de pureza y, rodeado de blancura ética, desechaba a los infames y aborrecía a los enemigos. Es hora de pesarlo en la implacable balanza de la Historia. Sin embargo, no seré yo quien lo juzgue: prefiero cuidarme de sus descarriados discípulos. No tengo vara histórica para medir a tamaño personaje.