Las muertes de Ayacucho y las del golpe de Estado

Hay que estar vivo para ver cosas, Reza el refrán popular, cuando hablamos de democracia y derechos humanos, desde un enfoque político diferente y cuando se trata de un interés general popular. Los  muertos no aparecen, ni afectan, ni duelen a nadie, con razón son de Ayacucho, o Cholos, como suelen llamarlos los racistas.  Los mataron como animales, dicen los amigos y familiares, de Estudiantes y campesinos que protestaban contra la nueva dictadura de Baluarte, en el alto Perú, y fueron acribillados a mansalva por el ejército peruano, a pesar de que no tenían armamentos y solo protestaban con gritos de «que se vayan yaaaa».

Ayacucho, término que en quechua significa rincón de cadáveres, es históricamente enigmática; desde estas tierras, antes de la llegada de los incas, floreció el poderío de la civilización Wari que abarcó casi el 40% del actual territorio del Perú.

 En el siglo XVI, con la llegada de los invasores españoles, comenzó la inconclusa historia de la colonización violenta que hoy prosigue el bicentenario Estado criollo del Perú.

Fue en las pampas de Ayacucho, el 9 de diciembre de 1824, donde se libró la última y definitiva batalla entre colonizadores españoles y colonizadores criollos. Quedando victoriosos los segundos.

 Así nacieron las bicentenarias repúblicas criollas y racistas del Sur del Continente, pero, la independencia o ciudadanía jamás llegó para los originarios y campesinos de Ayacucho.

 Más por el contrario, la República peruana los naturalizó y normalizó como siervos/pongos, en principio ni derecho a voto tenían, sólo podían labrar y vender sus artesanías en la aceras de la ciudad,

Ante el reiterado incumplimiento de las promesas republicanas (como libertad, igualdad, fraternidad), en la década de los 80 del pasado siglo, en Ayacucho surgió el grupo armado Sendero Luminoso, organizado por actores provenientes de la Universidad Nacional de Huamanga.

Esta dolorosa historia de la guerra interna en el Perú, que comenzó en Ayacucho, en dos décadas, cobró la vida de cerca de 70 mil peruanos/as.

De este total de vidas humanas masacradas, más del 40% fueron ayacuchanos.

El pasado 15 de diciembre, en la ciudad de Ayacucho, al igual que en el resto del país, hubo simultáneas y espontáneas protestas sociales ante la ruptura del orden constitucional en el Perú que defenestró al presidente de la República Pedro Castillo Terrones, hoy encarcelado, de manera injusta y de ilegal,

Dichas protestas sociales fueron reprimidas violentamente por la impopular gobernante Dina Boluarte con el saldo de 28 muertos por bala militar.

De ese total de asesinados por el Estado peruano, 10 fueron en Ayacucho, en las inmediaciones del aeropuerto, con cantidad aún indeterminada de heridos a bala,

Ninguna autoridad política de la ciudad acompaña, ni recibe a las y los dolientes en protesta. Quizás porque las autoridades de esta contrastante ciudad semicolonial no hablan quechua, idioma originario para más del 70% de la población ayacuchana.

 Quizás porque ni entiendan el estridente dolor de los bicentenarios pongos de la República, o quizás por temor a que la dictadura de Baluarte lo reprima a ellos, así que con la exclusión social a fuerza de fusil la comunidad internacional habla de conciliación y de libertad, con democracia, y apoyan al mundo libre peruano, los medios de comunicación denominado democráticos, hablan de la proeza política que tendrá por delante la injusticia social convertida en gobierno,

Lo cierto es que hasta el firmamento y los ángeles del cielo lloran en forma de llovizna tenue ante tanto dolor y la sistemática violencia estatal contra los pueblos originarios y campesinos de Ayacucho, la libertad en Perú libre tiene un nombre que no se borraron ni borrará sembrando el odio rastrero de la clase política burguesa peruana, y tarde o temprano la espada de Bolívar volverá desde Ayacucho para los carteles de Lima